21 de marzo de 2011

Metropolis (Fritz Lang)


(Thea y Fritz trabajando en el guión de Metropolis)

Dos textos inéditos
Elena Escobar 

“La única forma de poder burlar este destino fatal parece situarse en la renuncia a todo plan o expectativa de futuro, y en observar desde lejos las deliciosas trampas que puedan surgir resistiendo la tentación de implicarse en ellas, a sabiendas de que el riesgo de intentar llevar a cabo cualquier anhelo o apetencia conlleva la decepción como mal menor”
(A. Díaz y J. Cáceres: “Fritz Lang: Itinerarios fatalistas”).

Sobre Metrópolis, se ha dicho mucho, pero poco sobre ella como una película de época, de épocas: la Alemania de los 1920 y 1930, y la Alemania 100 años después. En medio de la búsqueda de insumos para la redacción de este artículo, me encontré el par de textos que reproduzco a continuación: una carta de Thea von Harbou, esposa de Lang y guionista de varias de sus películas, y un fragmento del diario del director a propósito de la carta de su esposa. Ambos textos representan claramente la época de incertidumbre en la que se realizó la película, a la vez que ponen sobre la mesa dos formas de imaginarse una época futura: la de Lang, escéptica y oscura, y la de Thea, optimista y llena de luz. 

Berlín, 7 de junio de 1933 

“Querido Friederich, 

A la mitad de un año más de incertidumbre sobre el destino de nuestro país y cargando con el dolor que todavía me genera una crisis que pareciera eterna, me entero de los resultados de tu reunión con Goebbels. De un lado, me entristece profundamente la prohibición de “El testamento del Dr. Mabuse” en nuestro país por “incitar al desorden público”; pero de otro, me emociona profundamente el paradójico aunque feliz ofrecimiento que te hace para dirigir el UFA. Según entiendo has decidido aceptar la invitación aunque rechazas enfáticamente y de manera agresiva la posibilidad de la prohibición. Si te tuviera a mi lado en este momento te preguntaría las razones para aceptar un ofrecimiento que me enorgullece pero frente al cual habría estado segura que te opondrías. 

Querido Fritz. Todo es confusión para mí en este momento. No entiendo cómo encaja el rechazo de Goebbels a nuestra película con el ofrecimiento de la dirección; no entiendo tampoco tu respuesta afirmativa si minutos antes lo habías retado violentamente a que se atreviera a prohibir tu película. Ahora que te escribo, siento que, así suene extraño, estas confusiones tienen que ver directamente con lo que nuestro amado y convulsionado país se encuentra viviendo en este momento; pareciera que la incertidumbre de Alemania se colara poro a poro en mi piel y me llenara de inseguridad ante la vida misma. No tengo idea de qué nos depare el futuro; no tengo idea de lo que nos depare a ti y a mí. 

Cada vez siento que estamos más alejados y que nuestros caminos pueden terminar separándose radicalmente. Ahora que pienso en nuestra historia juntos, no veo más que eso: tu insistente escepticismo ante todo, tu incisivo interés en el reverso oscuro de la sociedad, en las personificaciones del mal, en la imposibilidad de un futuro promisorio; yo, intentando apostarle al futuro al que tú te has negado, a la posibilidad de una Alemania unida a través del corazón de todos los alemanes, y aunque a veces me cueste reconocerlo, apostándole al romanticismo, al sentimiento de las masas, a la unidad del pueblo. Muchas veces he sido yo quien termina pensando en la descomposición de los individuos, en las pasiones turbias y oscuras alrededor del amor; así ocurrió en “Phantom”... hasta de la homosexualidad terminaba hablando, recuerdas??!! Pero a veces has sido tú quien cede: la primera parte de “Los Nibelungos”, por ejemplo, no podía ser más cercana a los deseos de una Alemania brillante y unificada, aunque, hay que decirlo, la segunda parte hubiera terminado echando a la basura todo eso; no hay nada más diciente acerca de nuestra relación y del destino mismo de Alemania: dos partes distintas Fritz, dos visiones contrarias del mundo y, cada vez lo veo más, dos personas profundamente distintas. 

Y es que nuestra propia vida, la vida misma de nuestro país, no ha sido más que eso: sombras y luces que se encuentran y luchan permanentemente. ¿Qué es nuestra amada “Metrópolis” si no eso?: la permanente amenaza de la oscuridad y el misterio (¿recuerdas la persecución de Rotwang a María en las catacumbas, la idea del foco de la linterna como fuerza oscura que amenazaba a la bondad?) y el triunfo final del corazón en la unión del cerebro y las manos (aquella escena final que tanto me gusta). 

Todo confusión querido mío, todo contradicciones, todo incertidumbre. A dónde irá Alemania Fritz: ¿A la unificación de las manos y el cerebro, a la ilusión de mis guiones o al pesimismo de tu dirección? 
Espero verte pronto, aunque la sensación de que algo se rompe en nuestro país, en el mundo, y en nuestras propias vidas, no deja de llenarme de incertidumbre. 

Se despide de ti, con Amor, Esperanza e Incertidumbre, 

Thea” 

Fragmento del diario de Fritz Lang. Junio de 1933 

“Thea me ha escrito una carta y me habla de contradicciones, del ofrecimiento de Goebbels, de que no entiende mis actitudes, mis respuestas. Sólo me pregunta a mí, sólo me cuestiona... como tantos... 
Habla de nuestro distanciamiento y muy lúcidamente, como siempre, lo relaciona con la situación del país; no se trata de nosotros solamente y ella lo sabe, se trata de Alemania, del cine, de la estética, de la política, de la imposibilidad de atar, de unir, de mediar, de hacer, de crear... son estos tiempos de angustia y desesperanza en nuestro país. 

Thea no entiende que si me ofrecen la UFA, es sólo porque quieren tenerme bajo su control, porque saben que puedo decir más de lo que dije con “Mabuse”, porque le temen al poder del cine y quieren controlarlo, porque quieren pararme; y por eso se lo dije a Goebbels: “atrévete a prohibir una sola de mis películas”. Thea no sabe tampoco que el sueño de contar historias ha entrado en crisis al igual que todo, que el Deutch Bank es ahora el mayor accionista de la UFA, que sus intereses son más comerciales que el sueño romántico en el que ella cree... Thea, estás cegándote y quieres llevarme a otro lado, no sé a cuál todavía, pero sé que a uno que no me pertenece y en el que no quiero estar. A veces me asusta cuál pueda ser el destino de Thea; me asusta su énfasis en el pueblo, en su unidad, en el corazón de las masas, me asusta su alegría por el ofrecimiento de Goebbels. 

He aceptado el ofrecimiento, efectivamente, pero no voy a cumplir; tengo miedo, no quiero renunciar al cine pero sé que Alemania no es lugar indicado; ahora me pregunto qué dirán quiénes vean “Metrópolis” en el futuro, me pregunto si en cien años el mundo es el que mostramos en la película, me pregunto si en 100 años existirá esta Alemania. 

No soy escéptico, y si lo soy, no soy diferente a cualquier otro que habita un mundo en el que el futuro resulta ser cada vez más incierto; ni siquiera es pesimismo, es la imposibilidad de imaginarnos un futuro, es la guerra... hicimos mucho con “Metrópolis”, yo soñé una arquitectura, yo inventé. Creo en algunas cosas, leí tu guión, Thea, como una especie de fe en la clase media y puedo aceptar en la posibilidad de un corazón mediador entre el cerebro y las manos; pero sobre todo, Thea, creo en un mundo intermedio: no por debajo de las máquinas ni por encima de todos los otros; creo en una sociedad de posibilidades, de posibilidades como las del cine. Pero un cine que no sea mentiroso, un cine realista. Más allá de tu historia mi querida Thea, y más allá de esta época, veo las sombras y los dobles, veo ciudades a punto de colapsar, veo angustia por lo desconocido, veo monstruos, veo sombras, veo ojos aterradores, no veo... todo está oscuro, no es tristeza, es que pienso en lo que somos, es que veo a Caligari a Nosferatu o a la misma ciudad de Metrópolis y pienso en lo que todo eso significa... veo esta Alemania. 

La UFA no quiere nada de eso, sólo “la caracterización de la cultura alemana y la educación nacional”... pues bueno, que se busquen a otro, con nosotros se equivocaron, aunque insisto: quizás sea mucho decir “nosotros”, mejor: conmigo se equivocaron. 

Lo importante es lo que se ve, las sombras y la representación de los actores, en eso creo. Estoy a favor de una narración que cuente con atmósferas, con miradas, con exageraciones y con efectos, es en lo intangible donde quiero mostrar la desesperación y los miedos de este pueblo, la desesperación de esta época difícil y oscura, este es mi manifiesto. Creo en el doble, todos tenemos uno, María tiene a su máquina-doble, no somos una sola cara, Alemania no es una sola y estoy seguro de que es su cara oscura la que terminará mostrándose de ahora en adelante. 

Por eso me largo, y espero volver solamente a recoger dinero”. 

Fritz Lang se larga a Francia dejando a su esposa detrás. Thea, como los dos sospechaban, termina convirtiéndose en fiel colaboradora del partido Nacionalsocialista. Lang, por no decir mucho, se saca la espina con su triología antinazi: El hombre atrapado (1941), Los verdugos también mueren (1943) y El Ministerio del miedo (1944).

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