23 de agosto de 2009

No Country for Old Men (2007)



Ed Tom Bell. Sheriff
(Juan Sebastián Corcione)


El Bien y el Mal se sientan a diario en la misma silla, en el mismo parque, hablan de las mismas cosas. Ninguno se mira a los ojos, ambos miran al frente, el terrible final de la jornada cierra con las mismas oraciones llenas de nostalgia y aprendidas de memoria (…)

Mientras tanto, en el cine, en una película de los hermanos Coen, en el oeste de Texas está Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones) como el centro inmutable de un universo cualquiera, inconscientemente él se ha ubicado allí, como si no quedaran más sillas en un teatro lleno. Sheriff de un condado sin novedades, arrastrado por la fuerza (inocente) de uno de los protagonistas en una cadena de crímenes relacionados con las drogas y el dinero, su papel es una especie de “acento” que dictamina una moral y una ética muy ajena a la realidad (de la película, por supuesto) las arrugas de su cara imprimen en cada frase una nostalgia que bien se puede confundir con una profunda tristeza o con un mesurado asombro.
Todo funciona al revés en este universo. Ed Tom, en el centro, entiende cada evento a medias y con cada suceso que aclara el embrollo se entierra en una idea simple: él ya no puede hacer parte del juego, no conoce las reglas, ni a los jugadores, mucho menos podría ganar. Pero tampoco puede salirse, la fuerza de los hechos lo empuja a una gravedad de sí mismo, lo enfrenta con la temible idea de que llega un momento en el que se empieza a caer directo a un hueco, llenar de restos un espacio para ponerle flores e ir los domingos, lo peor es que mientras cae todo se convierte en un aburrido devenir de la vida, como unas conclusiones sin puntos y llena de comas. O algo así. 

El gato y el ratón corren en un escenario juicioso y simple, se ponen trampas el uno al otro. Ed Tom con sus manos pide que lo hagan más despacio para poder estar al día, no lo logra. Todas las decisiones son tomadas y él no hace parte de ninguna. Un hombre sin decisiones no es nada, baila arrastrando la duda como un vaquero al que le incomodan las botas, todo para llegar a una conclusión que nadie entiende.

Ed Tom, como su padre, ha quedado a un lado sin saber en qué momento lo movieron, ya no queda nada que valga la pena.

Entonces, mirando al frente, el Bien abre la boca como para bostezar y deja escapar una pálida oración carente de acentos y tonos: Sabes, Mal, nunca fuiste tan malo como todos pensaban. El Mal sin asombrarse le responde: tú, sin embargo, siempre has sido un cabronazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario