21 de octubre de 2013

Blue Jasmine


Ganadores y perdedores
Mauricio Montenegro

En 1951, Elia Kazan dirigió la inolvidable versión para el cine de Un tranvía llamado deseo, la obra que Tennessee Williams escribió tres años atrás. En la película, Vivien Leigh (entonces de 38 años) hizo el indiscutible papel de su vida: Blanche Dubois, por el que ganó el Oscar a mejor actriz y su consagración definitiva como una de las grandes actrices de la historia del cine. De hecho, este fue su segundo Oscar como mejor actriz, un honor compartido únicamente con Ingrid Bergman y Meryl Streep. A sus 26 años Leigh ya había interpretado a Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, otro clásico. 

Ahora, en 2013, Cate Blanchett (a sus 44 años) tiene grandes posibilidades de llevarse su primer Oscar por un papel protagónico. Blanchett ya ha sido nominada dos veces, y no precisamente por sus mejores papeles; estoy pensando en I’m not there, Veronica Guerin o Notes on a scandal, para nombrar sólo tres. Lo interesante es que ganaría el premio gracias a su interpretación de una moderna Blanche Dubois: Jasmine French. Medio siglo después de Kazan, el incansable talento narrativo de Woody Allen imaginó una historia sobre la crisis financiera de Wall Street en 2008, Blue Jasmine, dibujada sobre el guion de Un tranvía llamado deseo. Y, desde ya, es también un clásico. 

No. 009 Series de TV

Las series televisadas tienen una enorme ventaja sobre los largometrajes de cine, a la hora del recuento nostálgico, de la cosa identitaria: duran más. No dos horas, sino varios años de exposición a los mismos personajes, los mismos lugares, la misma historia. Esta ventaja puede expresarse con la metáfora boxística de Cortázar: mientras la película tiene que ganar por knock-out, la serie puede ganar por puntos: pegar de a pocos aquí y allá a un televidente comúnmente más desprevenido y generoso que el espectador de cine, que suele ser más crítico y atento.
Esto para justificar un poco este número sobre series de televisión, que extraña en una revista dedicada al cine. Con la única excepción de The Wonder Years, las series de televisión reseñadas en este número de los Cahiers de DVD fueron producidas en la última década. Y es precisamente la última década la etapa comúnmente señalada como la edad dorada de las grandes producciones para televisión, como el momento en que grandes nombres de la industria cinematográfica se dejaron seducir, finalmente, por el formato de la serie televisada. El antecedente más claro del éxito de estas nuevas series puede ser la popularidad de las sit comedies de los años noventa (Seinfeld, Friends); sin embargo, las nuevas series han trascendido el popular género de la comedia familiar y han explorado géneros hasta hace poco más asociados a la cinematografía: la novela histórica, el drama épico… Y en fin, se nos ocurrió que debíamos darle un espacio en los Cahiers de DVD a algunas reseñas sobre series de televisión que nos parecen sobresalientes. Esperamos que funcione.

18 de octubre de 2012

The Walking Dead


Después del Apocalipsis zombi alguien seguirá cortando el césped 
(Juan Andrés Álvarez Castaño)

El hombre se llama Rick Grimmes, lleva terciada una escopeta y va montado sobre su caballo. Va en busca de su mujer y su hijo, indefensos y extraviados en algún lugar incierto. Delante de él se extiende vacía la amplia autopista que conduce hacia la ciudad. A lo lejos, los oscuros rascacielos se levantan como sombras. Al otro lado, apeñuscados en el carril de salida, abandonados e inmóviles, centenares de carros devorados por el polvo. Aquí y allá los cuervos picotean impasibles los restos de algún cadáver decrépito y reseco. En ocasiones el cadáver se levanta y trata de alcanzar a Rick, quien no comprende a dónde diablos fue a parar el mundo… 

La secuencia es uno de los momentos iniciales de The Walking Dead, una de las novelas gráficas más populares de los últimos años, que cuenta la historia de un mundo post apocalíptico infestado de zombis por una razón que nunca nos será plenamente revelada. Se trata de un relato feroz en el cual abundan las yugulares sangrantes, las vísceras y los sesos desparramados, creado en 2003 por Robert Kirkman, a cargo de los guiones, y Tony Moore, como dibujante. La obra, publicada por Image Comics, fue premiada en 2010 en el Comic-Con Internacional de San Diego y el 31 de octubre de del mismo año el canal AMC, conocido por éxitos de audiencia ya casi legendarios como Mad Men y Breaking bad, estrenó su adaptación a la televisión a cargo de Frank Darabort, guionista de Pesadilla en ELM Street en lo que constituyó un nuevo éxito puesto que The Walking Dead se convirtió de inmediato en una nueva serie de culto. 

9 de octubre de 2012

Carnivale


Carnivale: de los límites a la oposición entre el Bien y el Mal 
Vladimir Caraballo y Ana María Restrepo

Escribir sobre series de televisión 

Escribir sobre una serie de televisión cualquiera, CARNIVALE en este caso, ha resultado mucho más complicado de lo esperado. Y esto, sospechamos, obedece a varias razones: en primer lugar, creemos que se trata de un campo muy poco explorado por quienes usualmente se han dedicado a escribir y hablar de cine; no por quienes han hecho cine, pues basta hacer un recorrido superficial por el trabajo de directores reconocidos para darse cuenta que desde hace varias décadas han visto en el formato de la televisión ventajas con las que no se cuenta en el séptimo arte: extensión, acceso a un público masivo, posibilidad de reconstruir guiones, personajes e historias sobre la marcha, etc.; pero mientras que desde hace décadas directores de la talla de David Lynch o de Scorsese no han dejado de explorar este camino, los críticos hasta ahora parecen darse cuenta de que quizás valga la pena hablar de ello. En segundo lugar, la dificultad tiene que ver sin duda con ese usual desprecio con que ha sido vista la televisión en general, relegándola a un espacio soso en donde nada puede ser visto más que telenovelas plásticas completamente ajenas al mundo del arte; aunque sin duda esta visión tenga mucho de verdad, tampoco hay duda frente a que, de estar dispuestos a hacer búsquedas filtradas y juiciosas de un contenido cada vez más inabarcable, muy buenas sorpresas podrían aparecer.

12 de septiembre de 2012

The Wonder Years



Creciendo con los Arnold
Mauricio Montenegro

La historia de la típica familia nuclear estadounidense ha sido contada y revisada por las series de televisión innumerables veces. Como drama o como comedia, como homenaje o como parodia, pero reproduciendo siempre el imaginario de una unidad cultural homogénea y digna de imitar: el padre trabajador, la ama de casa, tres hijos (uno rebelde, uno inteligente, uno neutral), la casa en los suburbios, el césped, cuyo cuidado es ritual, y el conocidísimo etcétera del llamado “american way of life”. 

The Wonder Years (TWY), que fue producida entre 1988 y 1993, una época en que campeaban sosas series familiares del tipo Family Ties (1982-1989), pertenece a ese subgénero. Y lo trasciende. TWY no sólo es una excepción a la mediocridad de las series de televisión de su tiempo: no es tan sencillo su mérito. Más allá de eso, e incluso más allá de la televisión, se trata de un producto narrativo y audiovisual extraordinario en el que todo, los guiones, las actuaciones, la musicalización, todo, roza la perfección. 

Deadwood



El western más incómodo de todos los tiempos 
David García 
“La cabeza de medusa, 
aquella que convierte en piedra a los seres vivientes, 
tú no la has visto sino en el espejo” 
(Oscar Wilde) 

Deadwood es una de las mejores series de televisión que he visto. Lo digo tras volver a ver las tres temporadas que se filmaron completas (2004 – 2005 – 2006), aunque sería más exacto decir las que dejaron filmar completas. Así pues, la serie que más me ha gustado jamás se terminó. Como suele pasar, se alegaron problemas de presupuesto y financiación como excusa para interrumpir indefinidamente la filmación, pero, a juzgar por los comentarios de David Milch, el guionista y creador de la historia, parece que lo que pasó es que resultó una serie demasiado incómoda. En este texto quiero referirme al gesto mismo de la cancelación de la serie, pues me parece elocuente a varios niveles, y, dado que Deadwood no es muy conocida en Colombia, expondré las razones por las que me gustó tanto. 

11 de septiembre de 2012

No. 008 Medios

La octava entrega de Cahiers de DVD está dedicada a los medios de comunicación. Si se piensa en las múltiples formas en que el cine -¡un medio en sí mismo!-, ha presentado, pensado o denunciado los medios de comunicación, se advierte que es difícil establecer un único enfoque sobre las relaciones cine–medios. Sin embargo, la perspectiva que de alguna manera subyace a las películas reseñadas en esta entrega sugiere que en todas ellas los medios de comunicación, más que un simple tema, aparecen como una preocupación. La preocupación de ciertos directores que entrevieron las posibilidades y los poderes de los medios y de los dueños de los medios.

Sabemos que, desde su último número, Cahiers de DVD ha tardado bastante, pero, como suele decirse, estamos seguros de que la espera valió la pena. Por ello, nos complace presentar a dos nuevos colaboradores que desde hoy se une a esta iniciativa: Juan Andrés Álvarez y Ana María Restrepo. También nos alegra presentar la segunda colaboración de Juliana Ospina, nuestra corresponsal en Argentina. Juan Andrés, autor del excelente blog unavacamulticolor, en donde también publica reseñas cinematográficas, escribe sobre The boat that rocked (2009), una suerte de nostálgica comedia-musical-drama que muestra cómo, irónicamente, los horizontes comunicativos y expresivos de la radio eran más amplios cuando era “pirata”. Ana María presenta un comentario sobre Rabbits (2002), proponiendo entenderla como una parodia de David Lynch sobre la televisión. Finalmente, Juliana, autora del blog de cine zootropico, dedica su texto a la magistral Network (1976), la demoledora crítica de Sidney Lumet a las multinacionales y los holdings de las comunicaciones.

Como es costumbre, tres de nuestros colaboradores habituales participan en este número: Fernando Astaiza nos ofrece su mirada sobre Panic in the street, de Elia Kazan (1950), y Ace in the hole, de Billy Wilder (1951); Mauricio Montenegro escribe sobre The king of comedy (1983), la inquietante película de Martin Scorsese sobre los populares talk shows estadounidenses, y David García escribe sobre la esquizofrénica The social network (2010), la película de David Fincher sobre la invención de Facebook. Bienvenidos.

24 de marzo de 2012

Network (Sidney Lumet)


Network
Juliana Ospina

“Quiero anunciarles en este momento que renunciaré al programa en dos semanas por culpa del bajo rating. Como este noticiero es lo único que tengo en la vida he decido suicidarme. Volaré mis sesos en este mismo programa y horario la próxima semana. Así que sintonícenlo el martes”, dice en vivo a las cámaras el presentador de noticias Howard Beale, un hombre que sacrificó la mitad de su vida en la televisión y que lo único que se llevó a cambio fue el rechazo de sus dirigentes y su público.

Los productores de la cadena UBS y empresarios enloquecen cuando ven a Beale (Peter Finch) a través de los monitores. Lo cortan y lo sacan del aire. Los directivos piensan en echarlo pero Beale aduce que estaba borracho y pide una última emisión para despedirse del público. Al otro día lo hace diciendo “Les diré que pasó: me cansé de tanta mierda...”. Su franqueza funciona para el rating, y lo que ayer eran noticias sin audiencia hoy son vituperios con aplausos. Diana Christensen (Faye Dunaway), la ambiciosa ejecutiva de programación sin escrúpulos convence al director del noticiero, Max Schumacher (William Holden), para que no lo despidan sino que vuelva al aire en un nuevo programa, con un set diferente donde actúe como telepredicador. Y es así como la cadena de televisión empieza a consumir el alma de Beale, a pesar de la advertencia de, su jefe y amigo, Schumacher de que tiene problemas psicológicos. La meta es subir el rating, ganar más dinero a cualquier costo. Así les cueste la vida de una persona. Shumacher busca convencer a Beale de que renuncie y cuide su salud, pero éste se siente estimulado por la libertad que tiene para expresarse, aunque eso implique modificar el modelo tradicional de presentación de noticias. 

The social network (David Fincher)


The Social Network
David García

Después de Google, pocas cosas han revolucionado el ecosistema virtual como las redes sociales. Del mismo modo que Larry Page y Sergey Brin, creadores de Google y en su momento estudiantes de la Universidad de Stanford, otros jóvenes excepcionales han acomodado sus nombres en los listados de las personas más ricas del mundo. Mark Zuckerberg, estudiante de Harvard y fundador de Facebook, es heredero de esta tradición. Como pasa todo el tiempo con este tipo de personajes, el cine no tardó en tomárselas con la vida y obra de Zuckerberg, después de todo su historia tiene los ingredientes necesarios: juventud, genialidad y dinero, mucho dinero, y con el dinero viene el drama. David Fincher llevó esta historia al cine en 2010 con el título The Social Network. 

De esta película se ha dicho que es la Network del siglo XXI, o bien el “Easy Rider de la generación laptop”, como afirmó el escritor y crítico chileno Alberto Fuguet. Más allá de estos paralelos, lo cierto es que The social Network es una gran película y evidencia ciertos valores de la contemporaneidad: popularidad, exclusividad y dinero (mucho dinero). Tal vez lo mejor de The Social Network sean la historia (sin importar que sea o no “fiel a la historia real”) y los diálogos geniales de principio a fin; por ello, todo hay que decirlo, el principal mérito es del guionista Aaron Sorkin, quien a la postre ganaría casi todos los premios posibles, incluyendo el Oscar, por su adaptación del libro de Ben Mezrich “The Accidental Billionaires”. Puestos en este camino habría que decir que Jesse Eisenberg también mereció ganar todo por su impresionante interpretación de un Mark Zuckerberg cínico, calculador, genial y medio ciborg (un tanto parecido a Sheldon Cooper, el protagonista de la serie The Big Bang Theory). 

Rabbits (David Lynch)


Fragmentos de una situación
Ana María Restrepo

Una sala, un sofá, una lámpara, una mujer (¿?) sentada y otra que plancha, alguien entra. Aplausos. 

¿Cuál sería la diferencia si viéramos Rabbits sin música? ¿Es una historia adaptada a los sonidos? ¿Es una parodia de las comedias gringas familiares? ¿Una adaptación? ¿Un rompecabezas? ¿A quién aplaude el público? ¿A Jack o a Scott? ¿Por qué son conejos? ¿Son pensamientos o es una conversación o son ambos? ¿Cuál es el secreto? ¿Nos importa? 

Tradicionalmente los cortometrajes han estado asociados a la experimentación, ponen de manifiesto la capacidad del director. Su sentido podría ser el mismo del cuento: contar lo preciso, el centro de la acción, dejar a un lado los excesos y concentrar lo importante, tanto así que sus personajes deben ser verosímiles y generar la reacción del público sin el tiempo de introducción (de un largometraje o de una novela). Un corto es también una declaración de principios: no tiene un fin comercial, por lo tanto, es la libre expresión estética del cineasta. También son viñetas de una historia más amplia.