24 de marzo de 2012

The king of comedy (Martin Scorsese)


Rey por una noche 
Mauricio Montenegro

The King of Comedy (1983) es una película excepcional en varios sentidos. Es excepcional en la carrera cinematográfica de Martin Scorsese, pues es la única comedia que ha grabado hasta hoy. Claro, es una comedia negra, pero una comedia al fin y al cabo. Hay momentos de humor negro en otras de sus películas, pero de la única que puede decirse que es, abiertamente, una comedia, es de The King of Comedy. Es excepcional también en la carrera de Robert De Niro, pues es la primera comedia que protagoniza, y no lo haría de nuevo por más de quince años; curiosamente volvería a hacer comedia con otra parodia sobre el mundo de los medios: Wag the Dog (1997). Hasta 1983 De Niro había destacado representando a tipos duros y violentos, era muy difícil imaginarlo en un papel cómico. Es excepcional, finalmente, porque pese a ser una excelente película, que abrió el Festival de Cannes en 1983 y le valió a Scorsese una nominación a la Palma de Oro, ha sido prácticamente olvidada. Tal vez precisamente porque no cuadra en un relato unitario de las filmografías respectivas deScorsese y De Niro. Tal vez, también, porque es una película esencialmente incómoda: para el negocio del espectáculo (para la lógica misma del espectáculo), para el negocio de la producción de celebridades, para los fanáticos de esas mismas celebridades. 

Incluso para la relación entre Scorsese y De NiroThe King of Comedy fue excepcional: después de trabajar juntos durante una década memorable (Mean Streets, 1973; Taxi Driver, 1976; New York New York, 1977; Raging Bull, 1980) se distanciarían con la grabación de esta comedia aparentemente inofensiva que, sin embargo, angustió bastante a Scorsese, al confrontarlo con la imagen grotescamente deformada de su creciente fama; no se reencontrarían hasta GoodFellas (1990).

La película cuenta la historia de Rupert Pupkin (Robert De Niro), un comediante aficionado que sueña con presentarse en el popular show de Jerry Langford, una leyenda de la comedia. Para lograrlo acosa sin clemencia al propio Langford, acertadamente interpretado por Jerry Lewis, leyenda él mismo, y quien de hecho sufrió muchas de las escenas de acoso que vemos en la película[1]. El irritante Rupert Pupkin, decía, practica todas las formas posibles de acoso para que Langford ceda y le permita actuar en su show: finalmente logra que la asistente de Langford escuche su rutina cómica, pero es rechazado. No es el primer rechazo que debe soportar el obstinado Pupkin, quien también es sentimentalmente rechazado por Rita, una camarera latina. Pese a su historial de fracasos, Pupkin luce siempre una sonrisa enorme y está radiante y lleno de energía. Es un retrato histérico y perturbador del perdedor radical. 

En el nudo de la historia, Pupkin se alía con la aún más perturbadora Masha, una fanática freak de Langdon, para secuestrarlo y exigir a la policía la presentación de Pupkin en el show. Logran su objetivo: Pupkin se presenta con relativo éxito y, una vez termina su presentación, es llevado a la cárcel, en donde pasará varios años. Este no es el final de la historia, hay todavía un giro final que sin embargo puede ser falso, así como muchos episodios que representan las fantasías de Pupkin sin ayudar demasiado al espectador a distinguir entre lo real y lo imaginado. 

De entre las películas que podrían conformar el subgénero de “stalking celebrities” [acoso de celebridades], The King of Comedy es quizá la más drástica. Largo tiempo ha pasado desde que la figura del fanático fue encarnada por la encantadora Eve de All About Eve (1950): una escaladora talentosa e inescrupulosa que idolatra, acosa y, finalmente, traiciona, a la actriz Margo Channing. Ahora estamos frente al insoportable Rupert Pupkin, un comediante sin mucho talento que, sin embargo, ha incorporado todos los clichés de los personajes que admira y se ha convencido a sí mismo de ser una estrella aún no descubierta. La insignificancia de Pupkin está muy bien representada en el gag de la confusión de su nombre por parte de muchos personajes que le llaman “Pumpkin” [calabaza]; él corrige amablemente el error, pero es lo mismo, nadie lo oye. Así, para seguir usando el paralelo con All about Eve, Eve llegó a ser admirada por Margo, quien fuera objeto de su admiración; Pupkin, en cambio, es cada vez más repudiado por Langdon, quien lo ve primero como un payaso y finalmente como un maniático. Este paralelo deja muy mal parado al espectador contemporáneo, al fanático contemporáneo, caricaturizado por Pupkin y por Masha. Se diría que hemos pasado de un espectador y admirador inteligente en la edad dorada de Hollywood, a un fanático descerebrado en la edad dorada de la televisión “enlatada”. 

Pero hay en el fracaso de Pupkin, además, una incómoda violencia contenida. Pupkin es capaz de sentarse horas en una recepción a “esperar” a alguien que no quiere recibirlo, y es incapaz de aceptar un rechazo sutil: sólo cede ante la inevitable violencia. Finalmente, con el secuestro de Langdon, se verá que aprendió la lección: sólo los métodos violentos dan resultado en esta versión pesadillesca del show business. Varios comentaristas han notado las semejanzas entre Pupkin y Travis Bickle, el protagonista de Taxi Driver (1976): ambos son perdedores que se convierten en leyenda por una noche gracias a la violencia; también comparten su obsesión por una reconocida figura pública y su afán por impresionar a una mujer. De allí la frase célebre de Pupkin, que de algún modo condensa el espíritu crítico de la película: “better to be King for a night than schmuck for a lifetime”. Efectivamente, la comedia de Scorsese no está radicalmente al margen de sus temas recurrentes, y Pupkin puede ser tan temible como Bickle aunque tenga siempre una enorme sonrisa en el rostro (o precisamente por eso). 

Una muestra de lo anterior es que Jerry Lewis llegó a sentirse realmente violentado por la pareja Scorsese-De Niro, quienes decidieron llevar la actuación “de método” tan lejos como para ofender a Lewis detrás de cámaras con bromas antisemitas para provocarlo y obtener lo mejor de su indignación. Una comedia violenta en toda regla. Y una visión violenta del despiadado mundillo de la fama mediática, con sus paparazzis, fanáticos enloquecidos, medios inescrupulosos. 

No es ninguna casualidad que el género elegido para esta farsa sea el talkshow, ese género tan auténticamente gringo y tan revelador de la arquitectura mediática gringa que ha invadido el mundo entero. La estructura clásica del talkshow incluye entrevistas a invitados, sketchs cómicos, stand-up comedy, música, llamadas del público; es decir, opinión, polémica, entretenimiento, todo lo necesario para crear un ambiente artificial autocontenido y controlado que se impone al espectador como una alternativa real a su propia vida, una proyección, una fantasía. Pupkin incluso reproduce en su casa, con todo detalle, el estudio de un talkshow en el que imagina vivir, en el que anhela vivir, como de algún modo lo hace todo espectador. 

Scorsese decidió basarse en el popular The Tonight Show with Johnny Carson (1962-1992), quizá el programa más querido por el público estadounidense en la historia de la televisión; de hecho, quería al propio Carson en el papel de Langdon, pero éste lo rechazó de plano. Jerry Lewis fue una honrosa segunda opción: Lewis empezó su carrera como humorista en un proto-talkshow, The Colgate ComedyHour (1950-1955), y participó durante muchos años en The Ed Sullivan Show (1948-1971), la némesis del show de Carson. Tanto Carson como Sullivan, y el propio Lewis, y después Jay Leno, Larry King, David Letterman, Oprah Winfrey, representan mejor que nadie el espíritu de la farándula gringa: esa curiosa mezcla de buen vecino con despreciable magnate. El Jerry Langdon de la película es capaza de tratar a Pupkin, y a cualquier otro, con arrogancia y afabilidad simultáneas; y la respuesta de sus admiradores, Pupkin incluido, es simétrica: lo aman y lo odian, simultáneamente. Y quizá sea esa la prerrogativa fundamental de esta ecuación: la admiración por las estrellas mediáticas esconde la profunda frustración de la medianía del espectador, de la banalidad de su propia vida cotidiana. Los medios se dedican a crear celebridades para que el público se dedique a destruirlas minuciosamente, adorándolas, persiguiéndolas, acosándolas. Negocio redondo. Por eso el juego del “falso” final en The King of Comedy es tan revelador: es de algún modo indiferente si Pupkin es la estrella o el principiante acosador, en todo caso hay un solo y claro ganador: el show. 

[1] En una escena particularmente grotesca, una mujer que habla por un teléfono público le pide a Langford hablar con su sobrino, Langford se niega y ella le grita: “espero que te dé cáncer”. Esto le sucedió efectivamente a Jerry Lewis.

1 comentario:

  1. 4 excepcional en un solo parrafo, y 1 iniciando el otro con una gramatica tan densa.. uuu. parece interesante pero mejor dejemos ahi .!!

    Un abrazo, esta como bueno este blog .!!

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