24 de marzo de 2012

Rabbits (David Lynch)


Fragmentos de una situación
Ana María Restrepo

Una sala, un sofá, una lámpara, una mujer (¿?) sentada y otra que plancha, alguien entra. Aplausos. 

¿Cuál sería la diferencia si viéramos Rabbits sin música? ¿Es una historia adaptada a los sonidos? ¿Es una parodia de las comedias gringas familiares? ¿Una adaptación? ¿Un rompecabezas? ¿A quién aplaude el público? ¿A Jack o a Scott? ¿Por qué son conejos? ¿Son pensamientos o es una conversación o son ambos? ¿Cuál es el secreto? ¿Nos importa? 

Tradicionalmente los cortometrajes han estado asociados a la experimentación, ponen de manifiesto la capacidad del director. Su sentido podría ser el mismo del cuento: contar lo preciso, el centro de la acción, dejar a un lado los excesos y concentrar lo importante, tanto así que sus personajes deben ser verosímiles y generar la reacción del público sin el tiempo de introducción (de un largometraje o de una novela). Un corto es también una declaración de principios: no tiene un fin comercial, por lo tanto, es la libre expresión estética del cineasta. También son viñetas de una historia más amplia. 

Ahora bien, ¿Rabbits es una serie de cortos? Si lo es ¿cuál es la historia amplia a la que pertenece este acto? ¿es Inland empire o la vida familiar gringa o una reducción de las comedias familiares? Rabbits no es más que una acción, pero una tan indeterminada como sus personajes. Básicamente es una comedia de situación o sitcom, género televisivo familiar, desarrollado usualmente en una sola locación y caracterizado por las risas del público -que en algunos casos tienen la única función de llenar los vacíos argumentales del show-.

Son series sobre la vida cotidiana. Lo cotidiano puede ser cautivador. Esta parece ser la declaración de principios de la que se vale. Pero ¿cuál es ese tiempo cotidiano? porque Rabbits podría terminar antes o podría ser uno de esos juegos eternos en los que se pondría a prueba al espectador. Suficiente con las pruebas ya puestas: un público que aplaude sin saber si es la risa del antes o del después, un demonio y un ritual. 

Dice Lynch que es “el más absurdo, surreal, hermoso y de nuevo, el tipo de show más estúpido”[1]. A Lynch le gustan las historias que dependen más de la comprensión intuitiva que de la lógica, eso lo sabe muy bien cualquiera que haya visto sus películas, pero Rabbits ha inquietado, abrumado y aburrido a muchos de sus seguidores. Indeterminada es la historia e indeterminados sus espectadores, ellos aplauden ¿y nosotros? 

Decía Eugene Ionesco que cuando pensó en La cantante calva lo que hizo fue tomar un libro de inglés para aprendices: el lenguaje más básico, más cotidiano puesto en otro contexto puede ser la mayor forma de absurdo. Tal vez pase lo mismo con Rabbits, no hay nada de extraño en hablar del tiempo, del secreto, de los pasos, de ellos mismos. Hablar o pensar… 

Lynch rinde un homenaje a las comedias de situación, al absurdo, a que cualquier cosa es una situación, a la familia, a los conejos, a la comedia o a la tragicomedia de unos “dientes que sonríen”. 

“El lenguaje del cine nos permite explicar y comprender las cosas según procesos diferentes. Está la comprensión intelectual y la comprensión emocional. Los grandes poetas son capaces de transmitir emociones mediante palabras a veces muy abstractas. Ocurre algo similar con el cine. Una película es un flujo de tiempo, de sonidos y de imágenes trenzadas. De hecho, se parece más a la música que a las palabras, pero es aún más que la música. Y este flujo resulta difícil de poner en palabras” (Casas, p.96) ¿Sería necesaria otra explicación? 

Siempre el telón, la luz y la sombra. La noche. Si los conejos no aparecen sigue pasando lo mismo, somos parte de la obra, pensamos en su conversación, en sus pensamientos, en nada. Sólo parte de un decorado. El horror es más soportable cuando tiene nombre. En Rabbits no puede encontrarse el terror, porque no es el grito de mujer ni el demonio. Es la situación misma (que no tiene nada de absurda). Es la imagen. Nos abruma la indeterminación de lo cotidiano y nos recuerda el absurdo de las sitcom, el absurdo de cualquier situación. No hay nada más que una puesta en escena: 

“In a nameless city, deluged by a continuos rain, three rabbits live with a fearful mistery. Rabbits is a 9 episode sitcom featuring Naomi Watts, Laura Elena Harring, and Scott Coffey”[2] 

La solución para entender esta obra no es que el director quiso tomarnos el pelo. No podemos alcanzar la comedia ni la situación, mucho menos las risas (mucho menos sin son de esas tan gringas). Junto a esas risas que no son, nosotros no somos público, tampoco parte. Qué es lo que pasa, lo único que pasa son los aplausos, la aparición, una llamada y unos pasos. El resto no pasa, no importa, podríamos hacer el ejercicio juicioso de poner en orden los diálogos, no tiene sentido, es un fluir de la vida misma. La teoría dice que Lynch desnuda a Hollywood, desnuda el american way of life. Pero sobre todo le quita el nombre a esa pesadilla que es el interior, la pone en situación y le agrega una conocida fórmula de ironía (la risa ahora es tan directa como ridícula) para que seamos nosotros los que no comprendamos el horror. 

[1] CASAS, Quim (2007). David Lynch. Madrid: Cátedra. 

1 comentario:

  1. a mi encanto rabbits, yo no le busco explicacion, creo que eso es perder el tiempo

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